Aquí’ revoluciona la forma de narrar de los cómics Richard McGuire, portadista de ‘The New Yorker’
Richard McGuire, portadista de ‘The New Yorker’,
superpone dibujos para relatar el paso del tiempo en una habitación.
Sentado
en su apartamento del West Village, en Manhattan, se quedó mirando una de las
esquinas de la sala, y pensó en la persona que habría ocupado esa casa antes
que él. La esquina cortaba el plano en dos, quizá se podría llevar esta idea a
una página. Aquel día de finales de los ochenta había escuchado una conferencia
del historietista Art Spiegelman en la que el autor deMaus definió los cómics como diagramas
narrativos. Poco tiempo después un amigo le habló de Windows, un innovador
programa informático que usaba ventanas.
Fue
así como la superposición de capas temporales sobre un mismo espacio físico, la
página de un cómic, empezó a cobrar forma en la cabeza del inquieto Richard
McGuire (Nueva Jersey, 1957). Bajista del grupo Liquid Liquid, escultor,
diseñador de juguetes y de portadas de discos, autor de libros infantiles,
cineasta de animación y portadista de la revista The
New Yorker son
algunas de sus ocupaciones.
Pero
fue aquella visión que tuvo hace casi tres décadas la que marcó el arranque de
un proyecto con el que ha marcado un hito en una de sus actividades, en
concreto, en la concepción de la novela gráfica. McGuire habla de ello en el
estudio que comparte con otros artistas en el Garment District de Manhattan.
Hay pinceles y pilas de papeles, libros de arte y una vieja cama de metal con
una colcha de ganchillo tejida en muchos colores. Los espacios de McGuire están
llenos de encanto.
En
1989 publicó en la legendaria revista RAW editada por Spiegelman y su esposa,
Françoise Mouly, un relato sobre una habitación y el paso del tiempo, que ya
rompía las formas superponiendo las viñetas. Esas seis páginas fueron
reconocidas de inmediato como una obra revolucionaria para el género que
ampliaba las posibilidades del cómic. “Os garantizo que recordaréis siempre
dónde estabais cuando lo leísteis por primera vez”, comentó el conocido
historietista norteamericano Chris Ware. En 2014, finalmente, apareció el
esperado libro, Aquí, en el que desarrolla a lo largo de más
de 150 páginas aquel breve relato y recorre el pasado histórico y el futuro
lejano en una sola habitación.
McGuire
rompe con las convenciones narrativas y formales del género: sus dibujos
escapan los márgenes y se van superponiendo en una misma página en la que
aparece reproducida un mismo salón por una familia en los años sesenta o en el
siglo XVIII. El protagonista es el tiempo y Aquí una reflexión poética repleta de
sentimientos, ecos, gestos. Celebrado por la crítica como un clásico imprescindible,
su publicación en EE UU fue acompañada de una exposición en la Morgan Library
de Nueva York. Salamandra Graphic acaba de publicar la versión en España del
libro.
Han
pasado más de dos décadas hasta que McGuire retomó el proyecto de Aquí.
¿Por qué decidió hacerlo? “Lo cierto es que tenía un contrato en el año 2000.
Había hecho varios libros para niños, pero sentía que debía retomar este
proyecto. Hablé con Chris Ware, que me animó. Hice una pequeña maqueta, firmé,
y luego ya no sabía como hacerlo. Trabajé en muchas versiones, me fui a Francia
para hacer una película de animación y cuando regresé a Nueva York me dieron
una beca en el New York Public Library y me pasé un año investigando”, explica
el artista.
Él
no se siente un novelista gráfico: “He hecho muy poco y no tengo un estilo muy
marcado. Hice aquella historieta que publiqué en Rawy
este libro, realmente. Lo cierto es que siempre he alternado distintos campos
artísticos. Cuando tenía el grupo de música seguía haciendo arte. Me gusta
tener múltiples ocupaciones. De las esculturas pasé a los juguetes, luego a los
libros de niños, una cosa me lleva a la otra”.
La
habitación en la que se desarrolla el libro está inspirada en su casa familiar
y hay sutiles referencias a su familia, pero de alguna maneraAquí rompe, también, con la clave
autobiográfica de las novelas gráficas. “Así es, esto empezó con Robert Crumb y
ha tenido mucho impacto. Pero es que si ves el arco temporal completo te das
cuenta de que nuestra presencia es tan breve. Trato la historia del planeta en
300 páginas y si lo piensas así, nuestras vidas son un parpadeo. Sabía que no
quería hablar abiertamente de mi familia. Probablemente porque era algo
doloroso tras la muerte de mis padres. Luego, poco a poco, fueron entrando en
la historia. Por ejemplo, mi padre nos sacaba fotos todos los años en el mismo
rincón y posando exactamente igual. Quizá ahí está el germen de la idea”.
Esa
superposición de imágenes resulta casi impresionista, escapa a la trama formal,
y reviste una elevada complejidad. ¿Cómo se trabaja una estructura así? “Sabía
que esto tenía que haber un crescendo y que luego todo se rompía. Hay una
conversación que lleva a una discusión, y luego eso se transforma en algo
tranquilo que deja paso a una parte sobre la pérdida. Luego llega la calma
total, los paisajes sin texto. Lo difícil es que cuando metía un cambio tenía
que cambiarlo todo, había un efecto dominó. Los distintos hilos narrativos se
entrecruzaban”.
Palabras por el camino
Por
el camino se quedaron muchas palabras, en un proceso de depuración narrativa.
“Cuando estaba metido de lleno en faena y pensaba en el libro como si fuera
música, como una remezcla, también pensaba que esto tenía que poderse leer y lo
imaginaba como un poema con una sola voz. Empecé a trabajar todos los textos
sin las imágenes, a recortarlos”, dice.
Tal
vez tener que imaginar también el futuro, al que se viaja también a través de
las viñetas. “No quería que fuera demasiado oscuro, porque eso es algo tan
recurrente y típico. En mi libro está la inundación y esa guía que recorre el
pasado del siglo XX, y luego las imágenes del futuro más lejano. Traté de
retratarlo como una recuperación, la vida continua aunque no se vea ningún ser
humano”, explica McGuire, que ha estado reflexionando sobre las influencias que
uno recibe incluso sin darse cuenta en muchas ocasiones. “Y ahí está Raymond
Carver, y la adaptación de Robert Altman en Short Cuts, Vonnegut y Matadero
cinco o William
Burroughs y sus juegos temporales. No he inventado nada”, afirma.
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