Frankenstein en el país de la Maravillas-Còmic
El dibujante Nicolas Mahler
reinterpreta con 'Alicia en Sussex' el clásico de Lewis Carroll en su 150
aniversario.
Alicia, a veces, es una niña rubia
de grandes ojos, pero, a veces, es una espigada joven de gigantesca nariz cuya
melena azul le tapa el resto de la cara. El conejo, a veces, es un conejo que
llega tarde y despierta la curiosidad de Alicia, pero, a veces, es alguien que
invita a la niña a ver una primera edición de un libro, que guarda celosamente
en su madriguera. Al final del túnel, en lo más profundo del país de las
maravillas, se esconde la Reina de Corazones, a veces. Pero, a veces, aguarda
el monstruo de Frankenstein. Porque las historias, como las partituras, se
reinterpretan, y las variaciones de los clásicos son cada vez más
frecuentes, en el 150 aniversario deAlicia en el país de las
maravillas llega Alicia en Sussex, la visión que el dibujante de
cómic Nicolas Mahler (Viena, 1969) hace de la inmortal fábula de Lewis Carroll.
“Cuando trabajo sobre el material de
otro intento no hacer una parodia, sino una reinterpretación, una variación,
del original. Procuro ser fiel al espíritu original de la obra”, cuenta Mahler,
cuyas criaturas, que siempre portan su propia gran nariz, ya han recreado Maestros
antiguos, de Thomas Berndhard o El hombre sin atributos, de
Robert Musil. “Los personajes de mis obras han de ser simples, pero capaces de
recrear todas las acciones necesarias, el trabajo principal es la interacción
entre el original y mis imágenes, eso, el ritmo, es lo más importante a la hora
de hacer mi trabajo”
“La obra de Nicolas Mahler me parece
magnífica”, cuenta el académico Miguel Sáenz, traductor de Alicia
en Sussex, que
publica Salamandra. “Su "reinterpretación" de los clásicos, me parece
muy válida. Tanto, por lo menos, como cualquier adaptación cinematográfica”,
cuenta, y señala que en España hemos tenido también buenas adaptaciones al
cómic de grandes obras literarias, de Joyce a Sterne. “La "novela
gráfica" es un género literario específico, cuyas reglas se están
escribiendo (o dibujando) aún. Como traductor, creo que lo más importante es
supeditarse a los inevitables condicionamientos de la imagen. La Alicia de
Mahler me ha resultado especialmente difícil, porque sus fuentes son muy
variadas”, confiesa.
Y es cierto. La obra es un crisol
literario que arranca siguiendo el periplo de Alicia, hasta que sobrevienen
partes de Moby Dick, aforismos de Nietzsche o pesimistas frases de
Ciorán, todas lúcidas, todas brutales como hachazos. Un poso pesimista subyace
entre estas páginas. “Todos podemos ver el lado oscuro en Alicia, el mismo concepto de “crecer” o
“menguar”, que Carroll aprovecha tan hábilmente”, cuenta Mahler. “Se aprovecha
de la confusión que siente un niño al tratar de descifrar el mundo de los
adultos. La infancia es un terreno confuso, con un lado oscuro, lleno de
soledad e inseguridades, con la perpetua sensación de falta de poder. Los niños
necesitan escapismo, y la literatura en muchos casos se construye alrededor de
esto”.
Aunque la obra bebe de muchas
fuentes literarias, se sustenta sobre dos pilares fundamentales: Alicia
en el país de las maravillas, que todos conocemos, y Frankenstein
en Sussex, de H. C. Artmann, un desconocido por aquí. “H.C. Artmann fue un
gran escritor austríaco”, cuenta Sáenz. “Lo que pasa es que, como en otros
casos, la barrera del dialecto (en este caso, el vienés) es eso, una auténtica
barrera”. Artmann recibió el Gran Premio del Estado austríaco y el Büchner
alemán, la recompensa literaria más alta en lengua alemana, pero
“salvo algunos tímidos intentos de traducir su poesía al inglés, Artmann es
desconocido no solo en España sino también en Francia, en Italia... Y me temo
que lo seguirá siendo”, sentencia Sáenz.
“Sé de alguien que se pegó un tiro porque ya no
soportaba la rutina del aseo diario”, dice, citando a Prentice Mulford, uno de
los estrafalarios personajes que se encuentra Alicia en su viaje. “¿Por qué
tantas cosas en la vida tienen que ser molestas y desagradables?”, se pregunta,
lacónicamente. Respondámosle que algunas cosas merecen la pena. Y que algunos
cómics, también.
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